Feliz Navidad!

Desde R de Medianoche les deseamos feliz navidad y qué menos que dejar una maravillosa actuación que nada tiene que ver con estas fechas pero igualmente es digna de ser disfrutada.

Gócenla:




Por si no ha sido suficiente... ¡LA VERSIÓN KARAOKE!. Después de esto se terminaron los insufribles villancicos navideños, nadie tendrá la excusa de que no se sabe la letra de esta obra de arte de la cutrez.




Feliz Navidad a todos!!!

Universo Virtual Vol.01

Bienvenidos a R de medianoche.
Hoy hablaremos de un tema que nos quita nuestro ya de por si, alterado sueño:


Los oscuros secretos de la seducción en las redes sociales.

El maravilloso mundo del chateo emergió de las más profundas necesidades de un selecto grupo de caballeros en busca de mantener una conversación con un espécimen femenino real, partiendo de estos principios fundamentales los medios para tales fines se fueron perfeccionando hasta llegar a complejos sistemas de intercambio de imágenes y elaborados programas para permitir a sus usuarios mantener conversaciones con un lenguaje lo más estreñido posible y con completa variedad de iconos que representen sus más variadas sensaciones o intereses (sexuales en su mayoría).
Desde R de medianoche (en colaboración con nuestra valiente reportera cuya identidad será mantenida en secreto por su seguridad, a partir de ahora haremos referencia a ella con el apodo de Agente Bongos), nos hemos infiltrado en el conocido medio social Badoo.




Agente Bongos. Imagen de Archivo.



Las primeras sensaciones no se han echo esperar:

La vida como usuario masculino del Badoo es muy distinta del usuario femenino, a los pocos segundos de conectarse nuestra agente secreta recibió una oleada incesante de mensajes, más de uno haciendo gala de una incontinencia verbal deslumbrante, con frases del calibre de "hola pitufina" para intentar acto seguido conseguir la dirección de correo con una patente desesperación por relacionarse.

Por contra, si eres un usuario masculino no recibirás absolutamente ni un solo mensaje, parece ser que la jerarquía del badoo se rige por el genero, si eres hombre debes asumir tu rol de incesante acosador desesperado y hacer gala de tu mejor recopilatorio de iconos y frases célebres para deslumbrar a toda hembra que se precie.




Perfil femenino



Perfil masculino

Después del breve tiempo de investigación (4 días en los cuales lo hemos mirado cada uno un par de veces como mucho, tiempo más que digno para toda investigación seria que se precie) se pueden deducir unos principios no escritos pero fundamentales si eres hombre y quieres tener "éxito" en tu odisea virtual:

1º-Jamás deberás poner que buscas pareja, esto te haría parecer un desesperado, es mucho mejor ponerse que buscas amistad, la sinceridad no es amiga de los grandes adonis del badoo.

2º-Por supuesto la imagen es tremendamente importante, ya que es tu carta de presentación al resto, para ello qué mejor que hacerse en el cuarto de baño de tu casa una foto sin camiseta y demostrar a todos lo amortizado que tienes el gimnasio y, porque no, lo limpio que tienes el trono marca Roca. El buen gusto que demuestras con una imagen de ese tipo no tiene precio.


3º-Cuantos más datos pongas sobre ti mismo en tu perfil peor, muéstrate como un ser misterioso y al ser posible lo más estándar posible, ya habrá tiempo de que te conozcan o si hay suerte accederás a la cita antes de que salga a flote el energúmeno que estás hecho.


4º-Una vez ya tengas tu perfil minimizado y una foto elegante en el WC haz uso de las posibilidades que te brinda dicho programa, usa su buscador y abre una conversación con absolutamente todas las chicas que veas online.


5º-Si no obtienes resultados vía el messenger del badoo es el momento a pasar al plan B. Dedícate a poner comentarios estilo "AYYY OMÁ, QUÉ RICA" en las fotos de las usuarias más cercanas al polígono industrial donde habitas.





6º-Por el contrario si alguna inocente damisela se presta a contestarte de forma directa por el chat, debido a tus maravillosas dotes dialogantes o a tu escultural cuerpo hercúleo, no pierdas el tiempo consigue por todos los medios su dirección de correo así no tendrás que hacer uso del rudimentario y lento sistema del Badoo y podrás interactuar con ella a mucha más velocidad que tus rivales directos.

Si sigues estas reglas tarde o temprano obtendrás una respuesta, ya bien sea en forma de orden de alejamiento o con un poco de suerte consigas entablar una entrañable amistad e incluso consigas saciar tus instintos sexuales si de un profesional del Badoo te conviertes.
A continuación analizaremos dos ejemplos: uno correcto y otro incorrecto.



"Mal, maaaaal, muuuy maaal!!"

Como podemos observar este joven inocente ha cometido el error de hablar más de la cuenta, recordad amigos cuanto más digáis más expuestos a demostrar vuestra ignorancia estaréis, limitaros a preguntar y a reír todo lo que penséis que es broma.



Aquí se nota la experiencia en el usuario, este sujeto utiliza la técnica ancestral de decir lo contrario a lo que piensa, bien podría titularse la imagen "excusatio non petita accusatio manifesta". Un ejemplo perfecto de las buenas maneras del Badoo. Otras opciones es utilizar frases como "me suenas" y similar para atraer la atención de la víctima.

Sin duda alguna este mundo está lleno de posibilidades y curiosidades dignas de mención como el famoso "botón rojo" accesorio del programa para todo aquel cuya imaginación escasee pueda enviar mensajes generados aleatoriamente a una legión de usuarios desprevenidos.

Podríamos estar analizando detalles y jamás terminaríamos así que sin más dilación lanzo la reflexión final:

Una horda de nuevos usuarios de todas las edades invaden cada día estos universos evolucionando a una nueva especie capaz de teclear solamente con la mano izquierda en su ardua tarea reproductiva.


-FIN-

Los cantos de Maldoror

...

Me propongo, sin estar emocionado, declamar con poderosa voz la estrofa seria y fría que vais a oír. Prestad atención a su contenido y evitad la penosa impresión que ella intentará dejar como una mancha en vuestras turbadas imaginaciones. No creías que yo esté a punto de morir, pues todavía no soy un esqueleto ni la vejez se ha pegado a mi frente. Descartemos, por lo tanto, toda idea de comparación con el cisne en el momento en que su existencia huye, y no veáis ante vosotros más que un monstruo cuyo rostro me hace feliz que no podáis contemplar, aunque es menos horrible que su alma. Sin embargo no soy un criminal… Pero basta de este asunto. No hace mucho tiempo volví a ver el mar, pisé el puente de los barcos, y mis recuerdos son tan vivos como silo hubiera abandonado ayer. No obstante, si podéis, conservad la misma calma que yo en esta lectura, que ya me arrepiento de ofreceros, y no os sonrojéis ante el pensamiento de lo que es el corazón humano.



Viejo océano de olas de cristal, te pareces, en las proporciones, a esas marcas azuladas que se ven sobre el dorso magullado de los grumetes, eres un inmenso azul aplicado en el cuerpo de la tierra: me gusta esta comparación. Así, a primera impresión, un soplo prolongado de tristeza, que se creería el murmullo de tu brisa suave, pasa, dejando inefables huellas, sobre el alma profundamente conmovida, y, sin que siempre se advierta, evocas el recuerdo de tus amantes, los duros comienzos del hombre en los cuales tiene conocimiento del dolor, que no le abandona jamás. ¡Te saludo, viejo océano!

Viejo océano, tu forma armoniosamente esférica, que alegra la cara grave de la geometría, me recuerda demasiado los ojos pequeños del hombre, similares por su pequeñez a los del jabalí, y a los de las aves nocturnas por la perfección circular de su contorno. Sin embargo, el hombre se ha creído hermoso en todos los siglos. Pero yo creo que el hombre sólo cree en su belleza por amor propio, pues en realidad no es bello y él lo sospecha; si no, ¿por qué mira el rostro de su semejante con tanto desprecio? ¡Te saludo, viejo océano!

Viejo océano, eres el símbolo de la identidad: siempre igual a ti mismo. Nunca cambias de una manera esencial, y, si tus olas están en alguna parte furiosas, más lejos, en alguna otra zona, se hallan en la más completa calma. No eres como el hombre, que se detiene en la calle para ver cómo se atenazan por el cuello dos perros y no se detiene cuando pasa un entierro, que por la mañana es asequible y por la tarde está de mal humor, que ríe hoy y mañana llora. ¡Te saludo, viejo océano!

Viejo océano, no sería nada imposible que escondieras en tu seno futuros de utilidad para el hombre. Ya le has dado la ballena. No dejas adivinar fácilmente a los ojos ávidos de las ciencias naturales los mil secretos de tu íntima organización: eres modesto. El hombre se vanagloria de continuo, y por minucias. ¡Te saludo, viejo océano!

Viejo océano, las diversas especies de peces que alimentas no se han jurado fraternidad entre sí. Cada especie vive por su lado. Los temperamentos y las conformaciones que varían en cada una de ella, explican, de una manera satisfactoria, lo que al principio sólo parece una anomalía. Igual sucede con el hombre, que no tiene los mismos motivos de excusa. Un trozo de tierra está ocupado por treinta millones de seres humanos, pero ellos se creen obligados a no mezclarse en la existencia de sus vecinos, fijos como raíces sobre el pedazo de tierra contiguo. Descendiendo del grande al pequeño, cada hombre vive como un salvaje en su guarida, y raramente sale de ella para visitar a su semejante, acurrucado igualmente en otra guarida. La gran familia universal de los hombres es una utopía digna de la lógica más mediocre. Por otra parte, del espectáculo de tus mamas fecundas se desprende la noción de ingratitud, pues se piensa en seguida en los numerosos padres, tan ingratos hacia el Creador, para abandonar el fruto de su miserable unión. ¡Te saludo, viejo océano!

Viejo océano, tu grandeza material sólo es comparable a la medida que uno se hace de la potencia activa que ha sido necesaria para engendrar la totalidad de tu masa. No se te puede abarcar de una ojeada. Para contemplarte es preciso que la vista haga girar su telescopio con movimientos continuos hacia los cuatro puntos del horizonte, de igual modo que un matemático, a fin de resolver una ecuación algebraica, está obligado a examinar separadamente los diversos casos posibles, antes de resolver la dificultad. El hombre come sustancias nutritivas, y hace otros esfuerzos dignos de mejor suerte para dar impresión de grueso. Que se hinche cuanto quiera esa adorable rana. Quédate tranquilo, nunca igualará tu corpulencia; al menos eso supongo. ¡Te saludo viejo océano!

Viejo océano, tus aguas son amargas. Tienen exactamente el mismo sabor que la hiel que destila la crítica sobre las bellas artes, sobre las ciencias, sobre todo. Si alguien tiene genio, se le hace pasar por un idiota; si algún otro es bello de cuerpo, se le hace un horrible contrahecho. En verdad, es preciso que el hombre sienta con fuerza su imperfección, cuyas tres cuartas partes son debidas a sí mismo, para que lo critique de ese modo. ¡Te saludo, viejo océano!

Viejo océano, los hombres, a pesar de la excelencia de sus métodos, todavía no han conseguido, ayudados de los procedimientos de investigación de la ciencia, medir la profundidad vertiginosa de tus abismos, los cuales han reconocido inaccesiblemente las sondas más largas y pesadas. A los peces… les está permitido: no a los hombres. A menudo me he preguntado qué será más fácil de reconocer: la profundidad del océano o la profundidad del corazón humano. Con frecuencia, con la mano, de pie sobre los barcos, mientras la luna se balanceaba entre los mástiles de forma irregular, me he sorprendido, haciendo abstracción de todo lo que no fuera el objeto que perseguía, esforzándome por resolver ese difícil problema. Si, ¿cuál es más profundo, más impenetrable de los dos; el océano o el corazón humano? Si treinta años de experiencia de la vida pueden, hasta cierto punto, inclinar la balanza hacia una u otra de esas soluciones, me estará permitido decir que, pese a la profundidad del océano, no podrá colocarse al ras, en cuanto a la comparación sobre dicha propiedad, con la profundidad del corazón humano. He estado en relación con hombres que han sido virtuosos. Morían a los sesenta años y nadie dejaba de exclamar: «Han hecho el bien en este mundo, es decir, han practicado la caridad: eso es todo, no hay en ello picardía alguna y cualquiera puede hacer otro tanto». ¿Quién comprenderá por qué dos amantes que se idolatraban la víspera, por una palabra mal interpretada, se separan, uno hacia oriente, otro hacia occidente, con los aguijones del odio, de la venganza, del amor y de los remordimientos, y no se vuelven a ver más, cada uno embozado en su solitaria soberbia? Es un milagro que se renueva cada día y que por ello no es menos milagroso. ¿Quién comprenderá por qué se saborean, no sólo las desgracias generales de los semejantes, sino también las particulares de los amigos más queridos, aunque se está afligido al mismo tiempo? Un ejemplo incontestable para cerrar la serie: el hombre dice hipócritamente sí y piensa no. Por eso los jabatos de la humanidad tienen tanta confianza los unos en los otros y no son egoístas. Le queda a la sicología muchos progresos que hacer. ¡Te saludo, viejo océano!



Viejo océano, oh gran célibe, cuando recorres la solemne soledad de tus reinos flemáticos, te enorgulleces, con razón, de tu magnificencia nativa y de los justos elogios que me apresuro a dedicarte. Mecido voluptuosamente por los suaves efluvios de tu lentitud majestuosa, que es el más grandioso de los atributos con que el soberano poder te ha gratificado, en medio de un sombrío misterio, tú haces rodar por toda tu sublime superficie tus incomparables olas, con el sentimiento sereno de tu poder eterno. Ellas se persiguen paralelamente, separadas por cortos intervalos. Apenas una disminuye, otra, creciendo, va a su encuentro, acompañada del rumor melancólico de la espuma que se deshace para advertirnos de que todo es espuma. (Así, los seres humanos, esas olas vivientes, mueren uno tras otro, de una manera monótona, sin dejar siquiera un ruido de espuma). El ave de paso reposa, confiada sobre ellas, y se abandona a sus movimientos llenos de gracia arrogante, hasta que los huesos de sus alas han recobrado el vigor preciso como para continuar la aérea peregrinación. Quisiera que la majestad humana sólo fuera la encarnación del reflejo de la tuya. Pido demasiado, y ese deseo sincero te glorifica. Tu grandeza moral, imagen del infinito, es inmensa como la reflexión del filósofo, como el amor de la mujer, como la belleza divina del ave, como la meditación del poeta. Eres más bello que la noche. Respóndeme, océano, ¿quieres ser mi hermano? Agítate con impetuosidad… más… todavía más, si quieres que te compare con la venganza de Dios; alarga tus garras lívidas y fráguate un camino en tu propio seno… está bien. Haz que rueden tus olas espantosas, horrible océano sólo por mi comprendido y ante el que caigo prosternado de rodillas. La majestad de los hombres es prestada; no se impone: tú, sí. Oh, cuando avanzas, con la cresta alta y terrible, rodeado por tus repliegues tortuosos como por un cortejo, magnético y salvaje, haciendo rodar tus olas unas sobre otras con la conciencia de lo que eres, mientras lanzas desde las profundidades de tu pecho, como abrumado por un remordimiento intenso que no puedo descubrir, ese sordo bramido perpetuo que los hombres tanto temen, incluso cuando te contemplan, estando seguros, temblorosos desde la orilla, y entonces veo que no tengo el insigne derecho de llamarme tu igual. Por eso, en presencia de tu superioridad, te daría todo mi amor (y nadie conoce la cantidad de amor que contienen mis aspiraciones hacia lo bello), si no me hicieses dolorosamente pensar en mis semejantes, que forma contigo el más irónico contraste, la antítesis más grotesca que jamás se haya visto en la creación: no puedo amarte, te detesto. ¿Por qué vuelvo a ti, por milésima vez, hacia brazos amigos, que se abren para acariciar mi frente ardiente, cuya fiebre siento desa¬parecer sólo a tu contacto? No conozco tu oculto des¬tino, pero todo lo que te concierne me interesa. Dime entonces si eres la morada del príncipe de las tinieblas. Dímelo… dímelo, océano (a mí sólo, para no entristecer a aquellos que no han conocido sino las ilusiones), y si el soplo de Satán crea las tempestades que levantan tus aguas saladas hasta las nubes. Es preciso que me lo digas porque me alegraría saber que el infierno está tan cerca del hombre. Quiero que esta sea la última estrofa de mi invocación. Por lo tanto, una sola vez más, quiero saludarte y darte mi adiós. Viejo océano, de olas de cristal… Mis ojos se humedecen de abundantes lágrimas, y no tengo fuerzas para seguir, pues siento que ha llegado el momento de volver con los hombres de aspecto brutal; pero… ¡ánimo! Hagamos un gran esfuerzo y cumplamos, con el sentimiento del deber, nuestro destino sobre esta tierra. ¡Te saludo, viejo océano!



playing on the road

Bienvenidos a R de medianoche, hoy disfrutaremos del suave jazz de Johnny Hartman, hablaremos de la línea alemana de juguetes de plástico más conocida del mundo y también tenemos a un joven periodista que esconde un plátano, luego veremos donde... toma toma...

Empezaremos por hablar de Playmobil, esos juguetes que habrán marcado la infancia de miles de niños de todas las generaciones, entre ellos la mía.
Por si alguien no lo sabe, ya bien sea porque ha sido lobotomizado u otros menesteres en los cuales no interferiré, la característica de estos juguetes son muñequitos de unos 7-8 cm de altura con escasa movilidad, por no decir que los antiguos solo tenían móvil la parte de la cintura y como mucho la cabeza siendo en su momento el novamás. Luego ya fueron "modernizándose" y los más actuales podían gozar de la movilidad de la cabeza, los brazos, las piernas, las muñecas y lo más impactante la barba, nunca entendí que pudieras subírsela hasta la frente...
En fin, dicho así no puede parecer un juguete brillante pero lo que realmente hacía de estos muñequitos algo especial era la cantidad de accesorios, edificios, animales y plantas en su misma escala que permiten crear o recrear infinidad de situaciones y escenarios.
En mi caso, tuve la fortuna de heredar los que ya tenía mi hermano y poder entre los dos tener una considerable colección de playmobils, principalmente de época medieval, aunque también tenemos muchos del oeste americano o piratas. Lamentablemente en su momento no habian aun ambientados en Roma y Egipto de la edad clásica. No habría sido capaz de tener infancia sabiendo que existían tales maravillas fuera de mi alcance.

Dejo algunas fotos que tuve ocasión de hacer no hace mucho de mi propia colección.



Spaghetti Western Plastificado


No hay nada como que asalten tu fuerte sin perder la sonrisa.









Haciendo el indio.



Amante de los búfalos apunto de morir aplastado por uno de ellos.



Cada cual a lo suyo .



Medievooooo


Los dragones y panteras como mascotas eran de lo más habitual en aquellos tiempos.


Qué sexys y malotes!!



Dicen que no es afortunado el reino que tiene héroes, sino pobre es aquel que los necesita. Siempre y cuando ese héroe no sea el maravilloso hombre-coco, creación por cortesía de mi extremadamente sexy y encantadora colaboradora, sin la cual este regreso al pasado (sin De Lorean ni nada, eso que nos ahorramos en gasolina) posiblemente no se habría dado.










Vista de Playmobil

Que nadie tema, el hombre coco sigue velando por la seguridad del reino.




Borrachuzos.




Explotación infantil.

Torneo de justas con fulana del pueblo incluida en la tienda de campaña.




Trapicheos.


The magician.








No está de más poco de jazz para poder digerir tal infinita sucesión de fotos.







Y para terminar, como lo prometido es deuda, una imagen del famoso periodista y su calenturienta fruta del amor.